Fuente: Aerocivil Colombia

Afiche ubicado junto a la sala de embarque del aeropuerto Enrique Olaya Herrera
Han pasado 90 años desde cuando Medellín quedó marcada para siempre por el infortunio y el mito. Ese día, el célebre cantante de tango Carlos Gardel perdió la vida en un trágico accidente aéreo en el antiguo aeródromo Las Playas, cuando —según las versiones de la época— el avión en el que viajaba colisionó con otra aeronave durante el despegue. La noticia se propagó rápidamente por América Latina y el mundo, teñida de luto y desconcierto. Gardel, que había conquistado multitudes con su voz, su talento cinematográfico y su carisma, encontró la muerte en tierra colombiana, elevando a Medellín como el último escenario de su leyenda.
El lugar de la tragedia evolucionó con los años hasta convertirse en el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera. Este terminal aéreo, uno de los más importantes del país en su época, no solo fue testigo del accidente que enlutó al continente, sino que se transformó en un símbolo de memoria. La “ciudad de la eterna primavera” integró desde entonces en su cultura un arraigo tanguero que ha trascendido generaciones, destacándola a nivel internacional como un escenario invaluable de la historia. No solo por la muerte del más grande exponente del tango del Cono Sur, sino también por la apropiación cultural que se extendió por Antioquia y otras regiones del país.
Sin duda, lo que hoy es el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera ha recogido los recuerdos, homenajes y el sentir de miles de visitantes que honran la memoria de Gardel y que, con una flor, una placa o una plegaria, mantienen viva la figura del —¿por qué no?— más grande folclorista del tango. El Patio Gardel, ubicado junto a la sala de embarque del aeropuerto, es hoy un espacio dedicado al músico y actor, con fotografías, objetos conmemorativos y una atmósfera que honra su legado. A pocos pasos, la ciudad erigió la Plaza Gardel, un sitio donde confluyen el arte, la historia y el recuerdo eterno de El Zorzal Criollo.
La Aeronáutica Civil de Colombia, con más de un siglo desde su creación y como autoridad aeronáutica del país, ha asumido el compromiso de garantizar la seguridad aérea en los cielos nacionales. Hoy conmemora el trágico accidente en el que, además de Gardel, pereció el reconocido compositor Alfredo Le Pera —autor de canciones icónicas como El día que me quieras, Cuesta abajo y Mi Buenos Aires querido—, así como varios músicos, miembros del equipo de trabajo y el piloto del avión, el recordado Ernesto Samper Mendoza.
La Aerocivil, con el trabajo permanente de todos sus profesionales y actores de la industria aeronáutica, opera desde lo técnico para reducir al máximo las posibilidades de incidentes o accidentes aéreos. Asimismo, invierte esfuerzos y recursos en investigación, a través de su Dirección de Investigación de Accidentes (DIACC), desde donde se trabaja en la determinación de causas de sucesos aéreos y en la mejora continua de la seguridad operacional.
El accidente de Gardel, como muchos otros de su época, evidenció la necesidad de modernizar la infraestructura y la normativa aérea, un proceso que Colombia ha asumido con seriedad a lo largo de las décadas. La memoria de Gardel se entrelaza así con la evolución de la aviación nacional, en una historia de aprendizaje y homenaje.
Medellín, por su parte, adoptó el tango como parte de su identidad cultural, convirtiéndose en un bastión inesperado del legado gardeliano. Festivales, academias de baile, murales y homenajes musicales han consolidado a la capital antioqueña como una ciudad profundamente ligada al tango, no solo por el accidente fatal, sino por la pasión con la que su gente abrazó esta música. Gardel no solo murió en Medellín: allí también renació como mito, transformando la ciudad en su altar en América Latina.
Colombia, y en especial Medellín, ha asumido con respeto y admiración la tarea de mantener viva la figura de Gardel. Su muerte en suelo antioqueño selló un vínculo eterno entre el cantante y esta tierra. Hoy, cada junio, las flores, los acordes de bandoneón y las voces de nuevas generaciones recuerdan al hombre que “cada día canta mejor”. Y en cada vuelo que parte o aterriza en el Olaya Herrera, resuena —invisible pero presente— la promesa nacional de hacer del cielo un lugar más seguro, como tributo silencioso a un ídolo que nunca dejará de volar en la memoria colectiva.
“Era, para mí la vida entera, como un sol de primavera, mi esperanza y mi pasión; sabía, que en el mundo no cabía toda la humilde alegría de mi pobre corazón; ahora, cuesta abajo en mi rodada, las ilusiones pasadas yo no las puedo arrancar; sueño con el pasado que añoro y el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá”,
fragmento de -Cuesta abajo-, canción compuesta por Alfredo Le Pera y Carlos Gardel.
