Fuente: Iberia

Me llamo Cristina y desde hace 16 años trabajo como Agente de Handling en el aeropuerto de La Coruña. Hace años que colaboro como voluntaria de la ONG «ASF-Aviación sin fronteras».

En esta ONG, compuesta en su mayoría por voluntarios relacionados con diferentes ramas del sector aéreo, desarrollan varios proyectos donde se pone el mundo de la aviación al servicio de la cooperación y el desarrollo.

La primera vez que conocí ASF fue trabajando; se acercó al mostrador de facturación una mujer con su polo de «Crew ASF» acompañada de un niño para facturar su equipaje.

Le pregunté que qué significaban las siglas ASF y me explicó que era voluntaria de Aviación sin Fronteras y que estaba colaborando en uno de sus proyectos: «Alas de la Esperanza». Su misión consistía en acompañar a ese niño en su viaje de vuelta a casa, después de haber sido intervenido en un hospital español.

Los voluntarios de ASF usan sus billetes de compañía para acompañar a los peques en los diferentes vuelos y, como expertos en el mundo de la aviación, hacen sentir a los niños como en casa, a pesar de estar lejos de sus familias.

Inmediatamente me enganchó su historia y así fue como entré a formar parte del equipo de voluntarios.

Tras varios acompañamientos en vuelos, llegó la oportunidad de conocer el proyecto «Mensajería solidaria». Aquí ASF hace de puente en el envío de ayuda humanitaria.

Llegó el aviso de una ONG de República Dominicana que necesitaba recoger una leche especial que había sido donada en Italia y tenía que llegar a Santo Domingo. ASF puso la maquinaria en marcha y a esa gran cadena de solidaridad se unió Iberia.

Necesitábamos llevar 350 litros de leche para unos niños que se alimentan a través de sonda gástrica y para los que esta leche es su único aporte de nutrientes. Iberia donó el peso de gran parte de la mercancía y los voluntarios de ASF nos encargamos de recoger y acompañar la carga.

Cuando cada día trabajo en el aeropuerto percibo la ilusión y los nervios de los clientes: unos van a disfrutar de sus vacaciones, otros a visitar a la familia que hace tiempo que no ven, alguno a realizar un examen importante… Pero esta vez, primero en el vuelo a Milán y después a Santo Domingo, era yo la que estaba como un manojo de nervios, más que emocionada con mi misión.

Nuestra primera parada fue en la sala de Firmas, donde saludamos a la tripulación que nos llevaría en uno de los saltos. Ya estaban al tanto de todo; el engranaje de la cadena debe ser perfecto para que todo salga bien.

Al llegar a Milán, los compis de facturación nos reconocieron enseguida; facturaron toda la carga de leche a destino y nos despidieron con el deseo de que todo llegara perfecto.

Hicimos escala en Madrid y después embarcamos rumbo a Santo Domingo, donde recogimos nuestra mercancía en la cinta de equipajes, como el resto de los pasajeros. Pero la diferencia era que las nuestras eran cajas y cajas de leche.

Por fin llegó el momento de entregar la leche en la Casa San Marcos. Allí nos recibieron con una enorme sonrisa y en sus ojos vimos la misma emoción de todos los que habíamos participado en la misión.

Iberia puso alas a la solidaridad, y los voluntarios y trabajadores de la compañía la ilusión y las ganas para que la ayuda llegara allá donde más la necesitaban.