Fuente: Quiport
Llegó el día y el sueño se volvió realidad, como en los cuentos de hadas con los que los chicos de tercero de Bachillerato del colegio San Ignacio de Loyola, en Checa, habían aprendido a leer hace más de diez años, pero esta vez no era el final feliz de un cuento, sino el fruto del trabajo de padres, maestros, directivos y estudiantes del colegio, con el apoyo de un aliado que apuesta por estos chicos: Corporación Quiport.
El 22 de noviembre pasado, el colegio inauguró una nueva aula para los estudiantes, pero no se trata de un aula común, sino de un espacio creado con una identidad diferente, desde el concepto de diseño funcional y desde su ejecución. Este proyecto nació durante una visita organizada junto a una de las cadenas de televisión más importantes del país para mostrar el impacto de las iniciativas sociales de Quiport en este colegio, regentado por el Movimiento Internacional de Educación Popular Integral y Promoción Social Fe y Alegría. Lo que comenzó como una presentación del trabajo realizado se convirtió en una oportunidad para materializar un concepto disruptivo: economía circular efectiva. Aquí, donar no solo es entregar recursos, sino alinearlos con un propósito profundo y duradero.
Un aula con propósito ecoamigable
La nueva ecoaula, de 120 metros cuadrados, no es una construcción tradicional. Diseñada bajo un concepto ecoamigable, optimiza la ventilación y la luz natural, utilizando materiales reutilizados provenientes del proyecto de ampliación de la terminal del aeropuerto Mariscal Sucre. Vidrios, perfilería y pisos encontraron una segunda vida en esta obra, demostrando que los residuos pueden ser recursos útiles cuando se integran a un propósito colaborativo.
Un elemento central de esta construcción son los bloques ecológicos, fabricados con la ceniza que resulta de los procesos de incineración de residuos del aeropuerto. Un bloque requiere de 4.5 kilogramos de residuos equivalentes a ceniza por unidad. Durante 2023, la ceniza generada permitió producir 1 810 ecobloques, una innovación que marcó la diferencia en la sostenibilidad del proyecto.
La suma de voluntades
La construcción fue posible gracias a un esfuerzo colectivo que incluyó a padres de familia, docentes, autoridades del colegio y más de 240 horas de trabajo voluntario de colaboradores de Quiport en áreas como la coordinación, el diseño y el presupuesto del proyecto, creando un ambiente de comunidad y colaboración.
Las reuniones de seguimiento trimestral y la conceptualización detallada, que incluyó planos arquitectónicos y visualizaciones 3D, garantizaron que el aula cumpliera con los estándares de funcionalidad para actividades educativas y ambientales.
Una década de impacto comunitario
Este proyecto se enmarca en el Plan de Consulta Pública y Participación y el Programa Compartamos, pilares del Plan de Manejo Social de Quiport, que durante más de una década ha trabajado para apoyar a la comunidad educativa con becas, visitas, donaciones y más.
La ecoaula del Colegio San Ignacio de Loyola no solo es un espacio para aprender; es un símbolo de lo que se puede lograr cuando se combinan innovación, sostenibilidad y el esfuerzo conjunto de una comunidad comprometida. Un ejemplo tangible de cómo la educación puede construirse literalmente sobre las bases de un futuro más verde y responsable.