Por José Ricardo Botelho*

El 2023 está por terminar y, al mirar los resultados del trabajo realizado por todos los sectores que componen el ecosistema de la aviación civil en América Latina y El Caribe siento un profundo orgullo por formar parte de un sector que -aun sin apoyo y, en muchos casos, con viento en contra- ha logrado recuperarse de una manera espectacular y ejemplar para ofrecer a los usuarios el medio de transporte más seguro y eficiente.

En este mismo ejercicio de introspección también siento una profunda preocupación. A pesar de los notables esfuerzos de la industria en la región, vemos cómo en muchos casos aún se percibe a la aviación como un servicio de lujo, como una industria de la cual se puede obtener lucro sin considerar que es un sector de muy bajos márgenes. Vemos cómo algunas autoridades aún dictaminan medidas unilaterales que no solo perjudican el desarrollo de la aviación, sino que también entorpecen el sano desenvolvimiento de las economías de sus países y terminan afectando a la población, tanto a quienes hacen uso del transporte aéreo, como a quienes sostienen una oportunidad laboral cada vez que un avión aterriza en su comunidad.

Estamos en un momento crucial. El mundo enfrenta desafíos sin precedentes y la aviación es más importante que nunca. Es el motor que impulsa el comercio, la inversión, el turismo y la cultura. Es la fuerza que une a las personas y las comunidades.

Elevar nuestro nivel de consciencia pasa por entender el inapelable rol de la aviación. En primer lugar, es preciso comprender que la aviación es un sector estrechamente ligado a nuestras economías, un motor de bienestar y prosperidad: concretamente la aviación soporta casi 8 millones de empleos en la región y aporta el 3.5% del PIB de la región.

Recientemente hemos lanzado al mundo la interrogante de cómo sería un mundo sin aviación y constatamos que sin ella la vida moderna no sólo sería más difícil sino también más costosa. Nuestros países se benefician del transporte aéreo para exportar alimentos y bienes, también para importarlos, para establecer nuevos negocios, para llegar a rincones recónditos donde se requiere ayuda y desarrollo, generando progreso para miles de personas.

Pese a ello, algunas decisiones políticas perjudican a la industria. Ejemplos son la decisión de exigir visados a miembros de tripulaciones, el aumento de tasas aeroportuarias que encarecen el transporte aéreo para los pasajeros y dificultan el crecimiento de un sector esencial para conectar localidades, burocracia que resta agilidad en los procesos y tiempos para cumplir con compromisos de la operación, la falta de acciones concretas que permitan mantener una capacidad acorde a la demanda de los pasajeros en importantes aeropuertos de la región que activan una amplia cadena de valor que genera empleos, oportunidades y desarrollo.

Se trata de medidas unilaterales que amenazan la industria de la aviación en América Latina. Es crucial que los gobiernos reconozcan a la aviación como un aliado para alcanzar el desarrollo socioeconómico de sus países. No sólo se trata de un motor económico, sino también una fuerza unificadora que permite a las comunidades de todo el mundo recibir productos esenciales y mantener conexiones culturales y económicas. La aviación es vital para que nuestros países amplíen las vías necesarias para dinamizar el comercio y la cooperación internacionales.

Al hacer este repaso no puedo más que desear que durante este 2024 los gobiernos de nuestra región tengan una mayor comprensión del rol esencial que cumple la aviación y actuemos en consecuencia. La industria se encuentra en un momento crítico. Es hora de actuar, de darle alas a la aviación. Solo trabajando juntos con Agendas de Estado coherentes, veremos que Juntos, como región, Tomamos Altura.

Más información sobre nuestra campaña estará disponible aquí: https://alta.aero/juntos-tomamos-altura/

Gracias por su lectura.

* José Ricardo Botelho, es Director Ejecutivo y CEO, de la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Transporte Aéreo (ALTA). Graduado en Derecho de la Universidad Católica de Salvador y con estudios de post-grado en la Universidad Jorge Amado y en la Academia Nacional de Policía de Brasil, anteriormente ejerció otros importantes cargos como Director Presidente de la Agencia Nacional de Aviación  y como Delegado Diplomático Alterno de ese mismo país, ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).